El artista


a mi padre

 
Inmemorial, su sombra parecía
un árbol ciego en actitud prudente.
Toda la luz erraba por su frente
y hacia las manos le llegaba el día.

Sus ojos eran tantos... Se movía
en el pasado igual que en el presente.
La libertad, altiva y permanente,
marchaba de sus gestos y volvía.

Un niño estaba en él, eterno y puro.
Un solo niño, nada más, y el canto
que el hombre guarda en su virtud posible.

Quiso morir de soledad, maduro,
y sólo consiguió, después de tanto,
nacer de nuevo, límpido y terrible.
 
 
Roberto Themis Speroni
en Tatuaje en el viento, 1959

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