Soneto del adiós y del olvido

 

Es tarde ya. Siempre fue tarde. Todo
sollozará después de la partida:
la estrella y la palabra desprendida,
y la mano insepulta junto al lodo.
Olvidarse es morir. No habrá recodo
donde el amor nos dé su bienvenida.
No habrá lámpara fiel, ni flor suicida
que resuelva esta muerte de algún modo.

Me voy; ruta, dolor, pájaro, nube...
Si la fe es voluntad, nunca la tuve,
¡oh brújula de sal, mapa doliente!
Lejos quedará Dios. Lejos el hombre,
y lejos aquel tiempo cuyo nombre
se dormirá en mi voz, eternamente.
 
 
en Gavilla de tiempo
Roberto Themis Speroni

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